El viernes viajaba rumbo al trabajo cuando el top en la radio me indicaba las 5:30 a.m. Subía por Julio A. Roca, bajaba la velocidad al llegar a la rotonda de Ruta 20… Bajaba aun más la velocidad porque aparecía un auto delante del mío. A esa hora, y a escasos 10 minutos de haberme mojado la cara por primera vez, algo me llama poderosamente la atención. El auto que va delante, es muy parecido al mío. Fijo algo de atención en él, sin dejar de prestar atención al camino. A esa hora, gran parte de los sentidos no están activos. Fijo aun más la atención para ver que los plásticos de las ópticas traseras, son iguales a las del mío; a esta altura ya no presto atención al camino. El conductor usa un gorro de lana, igual al mío. Acelero para acercarme más, porque la curiosidad se apodera de mi pensamiento. No me cuesta aproximarme a él, porque para más coincidencia, maneja muy lento, como yo. Ya muy próximo y para mi sorpresa, noto la terrible coincidencia; TIS788 dice su chapa patente. Definitivamente, es mi auto. Y el hombre que maneja, soy yo. Muy confundido, intento acercarme más. No puedo creer lo que estoy viendo. Mi yo del otro auto, hace lo que yo haría cuando alguien se me pega desde atrás en otro auto; acelerar… Acelero tras de él. Todo se vuelve una persecución a alta velocidad. Lo persigo intentando razonar lo que puede estar pasando. Por fin, logro usar la cabeza, y atribuirle a la mala noche de sueño la fantasía que estoy viviendo. Tomo algo de distancia con el auto de adelante, que no aminora su velocidad. Dobla muy rápido en el semáforo donde todas las mañanas yo doblo. Pisa la escarcha que hay sobre la esquina y pierde el control. Sale del camino e impacta muy fuerte contra un poste. Ese episodio corta todo el razonamiento que había logrado hasta ahí. Estoy a punto de detenerme para socorrer a mi otro yo. En ese momento se inicia el fuego en el otro auto. Rápidamente las llamas van cubriendo el interior, motor, y alcanzan el baúl. Todo el vehiculo se transforma en una bola de fuego que ya no quiero mirar. No hay rastros del conductor. Aturdido, miro para otro lado esperando una explosión que no llega. Paso con mi auto cerca del fuego, y sigo, sin ni siquiera mirar por el retrovisor… No se de que manera llego al trabajo. No recuerdo nada después del fuego. A partir de ese momento, sufro un terrible dolor de cabeza.
El fin de semana me sirvió para pensar. Para tratar de entender. Para convencerme de que seguramente todo fue un sueño.
Hoy lunes me constó subir al auto y salir hacia el trabajo. Subí por Julio A. Roca y el top me recibió en la rotonda, como siempre. Me crucé con un taxi, y otros dos autos. Nada raro. Llegué al semáforo, y doblé. Respiré. Me invadió una terrible sensación de tranquilidad, que se me cortó al instante cuando noté las inconfundibles manchas de humo que cubren el poste, que yace, doblado por un fuerte impacto, junto a la calle, donde morí el viernes a la madrugada…
1 comentario:
Jaja muy bueno!!! debo reconocer, que un par de veces me paso algo similar... pero no tan loco. Aveces levantarme de la cama y darme vuelta y descubrir que sigo durmiendo. Muy bien contado che.
Te dejo un abrazo.
Tu medico Dionisio
Nota personal: Disminuir la dosis de la droga recetada a mi paciente.
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