“Osea que nos vamos a levantar más temprano…”
“No, no… te vas a levantar a la misma hora, pero el sol va a salir antes”
“Pero entonces, hay que cambiar la hora, o le van a decir al sol que salga antes?”
“No! Lo que pasa es que, cambiando la hora, cambia todo el día, después… Y si lo ves asi, todo se hace mas tarde…”
“Y… adelantar o atrasar?”
“Ehhh, no sé, no sé!”
Un año más habrá que tocar la perilla del reloj. Esa es la parte fácil del trámite. Lo complicado es entender lo del cambio de horarios; Se hace para ahorrar energía. Osea, para aprovechar más la luz natural y mantener menos tiempo prendida la artificial. ¿Cómo? Simple. A la mañana temprano, cuando uno todavía duerme, el sol ya salió. Para que queremos que haya luz natural mientras uno duerme? A la gran mayoría esto no le conviene. Sobre todo a las empresas de energía que vivieron cobrando una parte de la boleta que servía para ampliar la capacidad de las plantas, que por cierto nunca hicieron, y que hoy, gracias a la explosión productiva que estamos viviendo, no dan a vasto. Y digo la gran mayoría, porque no debemos olvidarnos de nuestros hermanos, los vampiros, que espero que ajusten sus relojes, porque corren riesgo de vida. Pero más allá de todo eso, a la explicación racional, hay que compararla con la lógica. Y ahí es donde me doy cuenta que nadie es lo suficientemente inteligente como para analizar y explicar el fenómeno del “cambio de hora”. Y al que tuvo una explicación bastante convincente, le preguntás: “y nos vamos a levantar antes o después?”, o “y vamos a tener más o menos diferencia con Europa?”, o porqué no, además “Amanece más temprano o más tarde?”… Cualquier posible análisis convincente se viene a pique cuando le metés una preguntita odiosa…
Para evitar complicaciones les recomiendo adoptar la actitud de un tío muy sabio que tengo. Él me miro a los ojos y me dijo: “Yo, del 30 para el 31, voy a adelantar una hora en mi reloj… ¿Porque? A quien le importa! La adelanto y listo!”
Queridos amigos, tiendan a adoptar costumbres cada vez más masculinas: tiendan a simplificar, y no a complicarse la vida.
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