martes, diciembre 16, 2008

Juégale, apuéstale, ponle fé !

Si, si, ya sé; todos cargamos ese maldito gen de la insatisfacción. Lo que no hacemos muchos es ponernos a pensar en frío. Porque el fin de año está duro: Nadie sabe si fue la crisis mundial, las valijas de Antonini, o la muerte de Neusdtat lo que nos ajustó el cinto. Pero mientras mucha gente comenzaba el año viendo qué porcentaje de toda su riqueza le tenía que dar al estado, ahora lo termina viendo si brindar con champagne, o venderlo y comprar las sidras para los bolsones para todos los empleados de su empresa. Generalmente el champagne se abre, y a los empleados se les entrega solamente un “muchas felicidades”. Pero insisto en que tenemos malas costumbres que no nos vamos a sacar nunca de encima. Porque hago un poquito de memoria al 2001 y me acuerdo de que más allá de que la cosa pintaba caótica, éramos felices. En esa época tuvimos que aprender a encontrar otra forma de sonreír; el que dejó de sonreír en ese tiempo fue porque estaba solo, porque era una porquería de persona, o era tal estafador, que se queda sin relaciones personales cuando a la gente se le acaba la plata. Al menos a mi no me faltó nada. Y no hablo de las cosas que a uno le gustaría comprar o tener. Hablo de las cosas que no se compran. Esas cosas que cuestan mucho más que un billete. Cosas que podes tener una gran fortuna monetaria, pero nadie te las vende. Hablo de amistad, afecto, solidaridad, etc. Y en esos tiempos se perdieron muchos valores; el trabajo y la dignidad de la gente que no podía llevarle un pedazo de pan a sus hijos, son cosas muy duras. Pero por otro lado ganamos en relacionarnos: cuando no hay plata para salir nos quedamos en casa y nos juntamos con los vecinos; como no se puede ir al cine, nos juntamos a ver esos VHS viejos; y como esas, un montón de cosas que nos fortalecen como comunidad. Pero el tiempo pasó. Siguieron unas buenas políticas de trabajo y crecimiento. Crecimos, trabajamos, avanzamos, y acá viene el verbo maldito: compramos. Y compramos más; y celular, computadora, plasma… y cada vez más encerrados en casa con nuestras cosas; y no nos dimos cuenta que con cada cosa que fuimos comprando, nos fuimos vendiendo. Y nos esclavizamos a medios que de a poco nos condenaron, nos fueron pintando un panorama, y cuando nos tuvieron a todos mirando por una pantalla como corría el agua dulce, nos cerraron el grifo. Y una vez más, caímos a la desesperación de tener muchos aparatos y muy pocos oídos que nos escuchen. Cuando hacía falta “alguien” al lado, solo tuvimos “algo”. La experiencia no nos sirvió, pero tengo fuertes esperanzas en que en algún momento nos sentemos a pensar. Pensar en que los únicos responsables de nuestra felicidad, somos nosotros. Y si no tengo la guita para comprar una sidra, voy a brindar con agua; pero no voy a dejar de brindar. Y mis vacaciones pueden ser inolvidables si las paso en el patio y le pongo ganas. Lo importante está mucho más allá de lo que uno puede comprar.
Yo este año me mudé y sigo viviendo con la misma maravillosa persona que me acompaña desde hace casi nueve años; formé parte de un equipo impresionante que hace la revista elvernáculo, y que si puedo espero poder seguir participando siempre. También me reencontré con mis compañeros del secundario cuando se cumplieron los 10 años del egreso; y además cuento con los amigos que siempre me acompañaron y espero que siempre lo hagan: verlos felices es una de las cosas que más me llena la vida y es el sentimiento que siempre me mostró que en la vida hay cosas realmente importantes.
Para finalizar, solamente les dejo un deseo de buen fin de año. Y acuérdense que si ustedes quieren, van a tener un fin de año excelente.
¡¡Muchas Felicidades!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

te quiero!