lunes, junio 22, 2009

Cosa de mujeres

Una vez más voy a hacer un planteo “actitud hombre” versus “actitud mujer”. Una vez más, quiero que quede claro que me resisto bastante a hacerlo porque considero que no se trata de reacciones que dependan del sexo del interlocutor. Aunque a eso lo tengo muy claro, lo que voy a describir más adelante lo pude observar en gran medida en el sexo opuesto, y fue casi imperceptible en el propio, cosa que puede coincidir dentro de mi grupo de amistades. Con esto, acepto cualquier participación que me muestre cuan equivocado estoy con mi separación por género. Pero hasta que esto no pase, me voy a mantener firme en que estas actitudes las tienen las mujeres.
Sin más preámbulos, paso a describir lo observado:
¿Notaron alguna vez cómo una mujer describe algo que le pasó? ¿Notaron los gestos de su cara, su tono de voz? ¿Vieron alguna vez sus cejas?
Ejemplo 1: La señorita A cuenta como fue a la panadería y la vendedora no la atendió como ella esperaba.
Srta. A: No sabés. Ayer fui a la panadería. Llego y le digo a la “minita” que atiende (primer descalificativo. Nótese que se usa “minita”, y NO “vendedora” o “mujer”).
Comienza la representación:
La señorita A se auto-representa ante la escucha atenta del espectador. Para ello relaja las cejas igualando su gesto al que usa un perrito que debe ser sacado al patio un día de invierno, mientras llueve. Acompaña ese gesto con un tono de voz suave, comprensivo y conciliador. Agacha su cabeza, como si en realidad estuviera pidiendo perdón por algo. Con la constitución gestual completa, continúa con el relato: Entonces le digo a la “minita”: “Buenas tardes; ¿podría usted venderme un cuarto de pan criollo?”
Ahora la Señorita A, cambia el gesto. Coloca las cejas en punta al mejor estilo Jack Nicholson en “El Resplandor”. Ajusta el tono de voz, que es fuerte y que probablemente acompañe con una mueca similar al que mastica chicle mientras habla. Con gesto bien maleducado, saca pecho y agrega a su narración:
Vendedora B: “¡¿Un cuarto?! ¡Un cuarto..! Mirá, más vale que tengas cambio porque si no, no te vendo nada.
Ahora la señorita A vuelve a su auto-representación de persona confundida ante una agresión que no merecía, sin perder el gesto comprensivo y sumiso. Continúa contando:
Señorita A: Y le digo a la minita “Uy, es que no sé si tengo cambio. Tengo algunas monedas, pero no sé si llego a…”
Repentinamente y para poner suspenso al relato, se configura en la representación de la vendedora, pero esta vez con un gesto agresivo. Si ella pudiera poner sus ojos color rojo, lo haría, para denotar el estado de posesión.
- Y me interrumpe y me dice “Mirá! Primero fijate si tenés cambio y después te vendo, y bla bla bla bla (el “bla bla bla bla” lo suelen usar para indicar que la persona siguió hablando, pero decía cosas tan irrelevantes que de nada sirvió escucharlas. Según mi experiencia, a esa altura la predisposición es tan floja, que ya su cabeza no quiso escuchar más lo que decía la otra persona).
En este momento entra una tercera persona al relato, que acompaña a la señorita A: el señor C. La señorita A deja de representar a los personajes de la pelea y asume una postura neutral, y termina su narración:
“Por suerte estaba C, que sacó unas monedas y le pagó a la minita”. “¡No sabés como me enfermó esa minita!” Y finalmente agrega: “¡Qué se cree!”

Para que se entienda el fin de mi texto, voy a relatar la misma situación desde otro punto de vista. Voy a asumirme como el señor C, que presenció y hasta contribuyó en el intercambio, pero de forma algo más pasiva. El señor C (osea, yo) lo contaría de la siguiente manera:
“El otro día A me invitó a tomar mates con criollos. Fuimos hasta la panadería. A le pidió un cuarto a la chica, pero ella le dijo que no tenía cambio. Se ve que no le cayó bien que le pidieran cambio, porque se puso como loca. La chica le dijo “bien” que no tenía monedas, pero A parecía que no escuchaba. Ni siquiera sabía cuanto le iba a costar, pero le dijo que era una barbaridad, que el negocio era el encargado de tener cambio, que ella no tenía porqué tener monedas, y que se yo cuantas legalidades le nombró. La vendedora, que no estaba de lo más feliz trabajando un domingo, le puso su peor cara de amiga, y le contestó mal. Se generó una situación tan tensa que me metí la mano al bolsillo, saqué unas monedas, y dije: Paren, paren. Yo tengo cambio. Y si, tuve que terminar pagando los criollos…”


Bueno, no creo estar tan loco, y lo que conté me suele pasar, más o menos así, pero se repite. En otro momento les traigo otro ejemplo, pero desafío al que lea esto me indique cuan equivocado estoy. Espero estarlo, aunque repito, no creo estar muy errado.

2 comentarios:

Lobito dijo...

Me gustaría saber la versión de "Vendedora b" jeje
Yo me imagino algo así:

"No sabés. El otro día llegó una loca al negocio. Ya vino mal. De mala manera me dice: "Dame un cuarto de criollos, y rápido porque estoy apurada" Yo para no hacerle perder tiempo, le aviso que no tengo monedas para darle cambio, cosa de que se vaya fijando ¿viste? El asunto que eso la volvió loca. Me dijo de todo: que era una vaga, que en vez de estar rascandome debería estar buscando cambio para cuando me haga falta, y no se cuántas barrabasadas más... Yo me quedé helada ante tremendo ataque, y ni siquiera atiné a decirle nada - en este momento es cuando pone carita de gatito de sherk- ¿qué le podía decir? Encima ella no paraba de decirme cosas y gritarme. Por suerte vino con un chico, que estaba re lindo y no se qué hace con ella, y muy cortezmente se ofreció a pagar los criollos. Yo estuve a un poquito de decirle: A vos lindo te los regalo. Todo para que se caliente la tarada esa..."

No se, pero me parece que esa hubiera podido ser la respuesta de la "pobre" vendedora jiji

Beats Headphones dijo...

Ya vino mal. De mala manera me dice: "Dame un cuarto de criollos, y rápido porque estoy apurada" Yo para no hacerle perder tiempo, le aviso que no tengo monedas para darle cambio,Collection Watches
cosa de que se vaya fijando ¿viste? El asunto que eso la volvió loca. Me dijo de todo: que era una vaga