viernes, marzo 23, 2007

"Historias Mínimas"

Leroy era una hormiga negra. Una hormiga macho. Siempre le gustó dormir hasta tarde, y prefería aparecer por su hormiguero justo después que su numerosa familia se había encargado de juntar el alimento. Él, todos los mediodías, mientras se desperezaba, exclamaba: “pero, como? Ya juntaron todo? Me hubieran avisado que hoy se juntaba temprano...” Palabras que no eran tomadas muy amistosamente por sus familiares, ya que todos sabían que el cuerno llamador se hacía sonar tres veces a la mañana temprano, y que particularmente, quinientas de sus hermanas intentaban despertarlo cada día. Así, acomodaba sus antenas, y salía a caminar entre las plantas del jardín.
Un día, ya cayendo la tarde, la vio; sentada sobre un palo de yerba estaba Marla. Ella era perfecta; Leroy se quedó pasmado admirando su esbelta figura. Tenia las antenas mas delicadas que jamas vio, y sus ojos, celestes como el cielo lo cautivaron desde el primer momento. Lentamente se acercó, para descubrir que ella lloraba de pena. “que te pasa?” preguntó Leroy, a lo que ella, encontrando alguien con quien desahogarse, explicó: “yo vivo en ese hormiguero de hojas, ves? La sequía por acá no permite que mantengamos una casa de estas características. Tampoco aguantaría vivir en un lugar que no sea así. Por ello, mi familia está planeando cambiar de lugar. En una semana estaríamos mudándonos a otro jardín. Hay uno doblando la esquina que tiene abundantes plantas, y serviría para vivir. Leroy, impulsado por todo lo que sentía por Marla, exclamó: “y si alguien te diera el hormiguero con el que vos soñás, igual te irías?” “No” contestó Ella. “Mi familia ya lo tiene decidido, pero yo estoy dispuesta a quedarme aquí”. Firme, y con una sonrisa, el hormigo replicó: “quedate tranquila, a lo mejor tu sueño se hace realidad”
Solamente alcanzó la sonrisa de Marla, para que Leroy corriera hasta su hormiguero, se cambiara las pequeñas sandalias por calzado mas resistente, y comenzara a mover hojas de gran tamaño desde el jardín de la vuelta, hasta un cálido rincón que personalmente había elegido. Era perfecto: a lo largo de todo el día, un rayo de sol mantenía cálida la entrada, y un pequeño caudal de agua, corría a veinte centímetro. “285 hojas en 5 días”, pensó. “No hay tiempo que perder...”
Desde ese día, Leroy cambió totalmente. La idea de complacer a su hormiguita lo llenaba de fuerzas para hacer algo de lo que para él era ajeno. Su familia no creía lo que veía, cuando todos los días se levantaba, hacia sonar el cuerno para despertalos a todos, y después corría en busca de hojas. Esos cinco días no tuvieron fin. Ya terminando, y con un ultimo viaje pendiente, corrió a ver a Marla. La encontró triste. Trató de animarla, pero ella no encontraba consuelo mientras preparaba su pequeño bolsito. “Marla, podes venir en media hora al rincón entre la maceta del potus y la higuera?” “Leroy, en media hora vamos a partir con mi familia... no voy a poder...” “No! Entonces, en quince minutos! Dale, no te vas a arrepentir!” “Ok", exclamó la hormiguita. El hormigo, salió corriendo mientras calculaba que iba a tener que hacer un tiempo récord para, en quince minutos, ir y volver desde el jardín de la vuelta hasta el rinconcito que había preparado. Pero pudo más la felicidad en su corazón, que corrió a velocidades enormes. Llegó hasta el jardín y rápidamente cortó una hoja especial que serviría como entrada de su pequeña mansión. La puso sobre su lomo y emprendió la vuelta como nunca lo había echo.
Cacho es un empleado de la construcción. Le gusta quedarse tomando algo con los amigos por las noches, pero no controla su sueño cuando suena su despertador. Ese mes, había llegado dos veces tarde a la obra por lo que su jefe le advirtió que ante otra tardanza, lo despediría. Esa mañana de resaca salió muy sobre la hora. Lo único que pudo hacer antes de salir, fue vestirse y ponerse su calzado de seguridad, Caterpillar con punta de acero tamaño 46. Bajó del colectivo, y empezó a correr por la vereda. Pensó sólo en él. No se le cruzó por la cabeza la existencia de “pequeñas historias”. Quiso el destino, que a Cacho y a Leroy le coincidieran los caminos. Así murió Leroy.

La vida dura solo un momento. Cambiar cinco días de compañía con lo que amás, por cinco días de trabajo para ella, no tiene sentido. No cambiemos el tiempo por objetos. Lo mejor que se puede hacer con el tiempo es compartirlo. Salí a vivir, justo ahora...

6 comentarios:

Juan Pablo C dijo...

es mínima porque es de hormigas...

Anónimo dijo...

y si justo un angel de Dios se despertó tarde y está corriendo por las calles para llegar a tiempo al trabajo? Y si ese angel me pisa la cabeza?

(Dios, qué comentario estúpido)

Copada la historia, Yan! Escribí un libro! Escribí un libro de cuentos para chicos que yo te los ubico en un par de escuelas que conozco...

By the way, Arwen, cuando se vayan de luna de miel, pasen por Córdoba que los queremos conocer!!!!

Anónimo dijo...

Cuando empece a leer la historia pense "que pasa si mientras camina por la vereda lo cagan pisando"
Ahra me siento culpable... mira si yo cause la catastrofe con mis pensamientos...

Anónimo dijo...

Callate que gracias al nombre del personaje, cada vez que leo el tunel indefectiblemente Juan Pablo Castels termina teniendo tu cara..!

ceci dijo...

juampy, escribite un post nuevo!!!
con todas las veces que leí éste, Leroy se murió como cuarenta veces. Ya se está tornando medio morboso el tema...

Anónimo dijo...

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(muchedumbre gritando... no se hacer la onomatopella!)


El pueblo reclama:

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