lunes, septiembre 15, 2008

Tiempo al tiempo

Anoche soñé que moría; Mi vida transcurría con normalidad, y de repente me moría. Estaba sentado mirando tele, y al instante, nada; estaba muerto. Perdía el tiempo como cualquier día, frente a la caja, mirando el techo en los cortes comerciales. De golpe un órgano dejaba de andar, la vista se nublaba acompañada de un dolor en el pecho, y nada: Me moría.
Inmediatamente después de mi muerte desperté del sueño. Abrí los ojos de golpe, respirando hondo cuando al fin supe que era un sueño, pero sin mover otra parte del cuerpo. Los ojos abiertos, bien grandes, al oscuro. Un leve pestañeo cada tanto, y un trabajo mental bastante importante; Analizar el sueño, cada suceso de él; pensar en lo terrible que fue y lo terrible que sería que fuera cierto. “Qué estoy haciendo con el tiempo”, pensé… El que pasó ya se perdió y el que viene… el que viene, ¿que?.
De a poco voy ganando movilidad hasta que me siento en la cama. No dejo de pensar. Me preocupa el tiempo que se vá. Ese que no vuelve. Sé que tengo que ponerle fin a esta situación. No puedo dejarme ganar por un modelo a seguir. Hoy mismo le gano al sueño y dejo de perder algo tan valioso. Sigo pensando mientras desayuno, mientras me pongo la ropa. Salgo de casa y me voy al trabajo.
El trabajo entorpece mis ideas. No logro concentrarme en mi tarea con esas cosas rondando mi cabeza. Finalmente lo consigo, pero el tiempo ya no alcanza. Tengo que terminar lo que empecé. No puedo irme sin terminar con eso. Finalmente termino, tarde. Me voy y tomo un colectivo que también va lleno. Muy cansado llego a casa. Me baño y me siento delante del televisor. La situación me recuerda al sueño. Todo pasa tal cual como lo soñé. El mismo programa, los mismos cortes comerciales. ¿Y si el sueño era una predicción? Me pongo nervioso e intento cambiar algo de la escena. Pienso en salir de la habitación. De golpe me pongo de pié y siento el dolor en el pecho. Vuelvo a caer sobre el asiento donde luego la noche me va a encontrar…
Ya no abro los ojos. La resignación a la muerte tiene más fuerza que mis párpados. Pero pienso. Pienso en la longitud de la vida. En el tiempo que estamos vivos y el tiempo vivido, que no siempre coinciden. Pienso en todo lo que hice, pero mas en lo que me quedó por hacer. Espero el momento de paz que la gente cuenta que tiene que llegar después de muerto, pero no llega. “¿Eso es todo?”, pienso, mientras los ojos se abren. Sigo tirado en la silla y aparentemente no estoy muerto. Pienso en el tiempo. Me propongo esta vez cambiarlo. Desayuno y voy a trabajar.
El sueño interminable termina justo el día que no despierto. Ese día pone fin a una vida. Una vida completa de estar muerto.

2 comentarios:

Gabriela dijo...

El tiempo que se va... que tema no? A mi tambien me preocupa que carajo estoy haciendo con mi tiempo.
Y no es que no lo use: lo uso todo el tiempo, pero no siempre como yo quiero.
Y cuando me doy cuenta de eso me pregunto: soy feliz viviendo asi? Y no... pero lo pienso como un pequeño sacrificio para serlo en un par de años...
No se si es algo muy maduro de mi parte, o una mentira catastrofica...

Anónimo dijo...

He pensado miles, más bien millones, de veces hacer algo mejor con mi tiempo: invertirlo, aprovecharlo, disfrutarlo. Pero siempre caigo en lo mismo... Pienso y pienso, y pensando se me pasa el tiempo. Y sé que cuando quiera reaccionar ya será tarde.
Tal vez sea otra ironía de esta vida...