Qué dificil es estar vivo!

Justo cuando crees que las cosas empiezan a moverse hacia la normalidad, aparecen anormalidades que te llegan a desesperar. La mudanza trajo eso a mi vida. Empezando por la demora en la firma del nuevo contrato de alquiler. Por culpa de esas malditas cláusulas en las que el propietario me responsabilizaba prácticamente de todo. Pero más allá de lo que decía el contrato, me mató la actitud. El administrador dijo: “no hay ningún problema; podemos discutir lo que les parece que no está claro. Eso se evalúa y se cambia para que ustedes estén seguros de lo que están firmando”. Ante tal propuesta, convoqué a mi prima que además de ser abogada, administra algunos departamentos y sabe de contratos, leyes, y demás. Ella analizó bien, hizo sus propuestas siempre razonables y acordes a la ley, como corresponde. Ellos evaluaron, analizaron, y decidieron. Finalmente su respuesta fue: “Me informó el propietario que el contrato no se toca. O lo firman así o no lo firman”. A todo esto, habían pasado dos semanas entre análisis y evaluación. Dos semanas menos para mudarnos. Dos semanas menos para pintar el otro depto. En fin, dos semanas menos que tiramos, y terminamos firmando el contrato como estaba.
En ese punto exacto, cuando la situación me mostró un poco de claridad, pensé en positivo y deduje que las cosas empezaban a caminar. Empezamos a embalar las cosas. Dejamos todo listo para mover todo el día sábado. Hasta una camioneta conseguimos, para ahorrarnos el flete. Ese sábado amaneció lloviendo. No pudimos mover nada hasta las 6 de la tarde. Cuando finalmente la lluvia paró, llevamos el somier y la heladera. Cuando llegamos al edificio nuevo con esas dos importantes cosas, el ascensor dejó de andar. Cuatro pisos por escalera, con la cama, el colchón, la heladera, y todas las otras cosas demandaron 250 viajes desde planta baja hasta el cuarto.
Ya teníamos todo en el depto. ¿qué podía pasar ahora?. El día lunes, notamos que la heladera no enfriaba. Ese mismo día, el lavarropas empezó a largar agua por abajo, y se cortó la luz. Ese mismo día, después de pasarlo pintando el depto a entregar, llego a casa y me tratan como si hubiera saboteado los aparatos para que no anden… Y entre quejas hacia mi persona y cansancio, con ánimo de solucionar aunque sea el problema del lavarropas, lo corrí hacia atrás y le rompí una manguera. Ese es el tipo de día que uno debería quedarse acostado en la cama. No salir de la casa. Quedarse tapado. Pero como sigo siendo un tipo positivo, empecé a dar solución a los problemas antes de empezar a formar parte de ellos. Ubiqué a un service de heladeras, que prometió ir a buscarla a las 7 de la tarde, y cumplió. Antes, llevé los alimentos que podían echarse a perder a la casa de una amiga, que tiene una heladera que funciona y me prestó parte de ella. Después, compré la manguera que rompí, y a la tarde la cambié. Encontré la falla del lavarropas y le di una solución. Ante tal movimiento, el trato hacia mi persona cambió. La alegría de a poco fue invadiéndonos y volvimos a sonreír. Anoche, pude dormirme contento, aunque todavía no tengo heladera, ni gas, ni terminé de pintar el depto, ni terminé de ordenar el nuevo. Pero si hay algo que me tranquiliza, es que mientras más se tarde en empezar a solucionar los problemas, mas tardan en desaparecer.

Prometo continuar con esta pequeña crónica de este pedacito de mi vida. Espero estar vivo para hacerlo.