A veces me pongo a pensar en todo esto que está pasando en mi país. Fundamentalmente en las posiciones que la gente toma, pero sobre todo en la mía. En todas estas buenas medidas que con gusto apoyo, y tomo parte, y defiendo, y confronto con “los que están del otro lado”. Y lo pongo así “entre comillas” porque nunca creí que estemos en veredas diferentes. Si al fin y al cabo somos lo mismo, y seguramente cuando el país se torne desfavorable para uno también lo será para el otro. Pero nos diferenciamos según la lente que usamos para mirar, o el grado de individualidad que le ponemos al análisis. Y claro, si pienso en mí, siempre me gustaría que mi tajada sea mayor; para vivir tranquilo, para alcanzar todas esas cosas que el consumo me marca como necesarias, etc. ¿Pero a qué costo? Y si puedo comer todos los días, por mí está bien, sobre todo cuando sé que otros no se pueden dar semejante lujo. Por eso, simplemente por eso, me paro donde me paro, y apoyo la asignación universal por hijo, la redistribución de las riquezas, los beneficios sociales, y un montón de otras medidas que la industria mediática marca como “clientelismo” sumamente oscuro, sobre todo cuando pone en duda su abultado margen de ganancia. Y tomando posición –y parte- se arman debates, discusiones, y se le suma gente enojada, gente que no escucha, gente que da gusto escuchar –aun cuando no compartamos puntos de vista-… en fin; eso da origen a lo mejor que nos puede pasar como sociedad: hablar de lo que nos pasa, de lo que pensamos, de lo que me parece que está bien y de lo que me parece que está mal. De lo que sé y puede servir y de lo que no sé y mejor me tengo que callar. Nadie puede impedirme pensar y actuar según lo que creo es mejor para todos.
Con el tiempo uno va a prendiendo con quien puede charlar; con algunos da gusto, con otros es mejor cambiar el tema. Pero me quiero detener en aquel que dice no tomar parte, y no sabe que por el hecho de decir eso ya la tomó. Ese mismo que, como para saltar a hablar de otra cosa, porque “no me interesa” –dice-, usa la siguiente frase: “Ya vas a ver dentro de unos años, cuando estos se vayan, van a empezar a saltar todas las estafas que se mandaron y todos los negociados que hicieron sólo en beneficio propio, como siempre”. Si hay algo que no le puedo discutir a esta persona, es que lo que dice en parte es cierto; desde que tengo uso de razón, nuestro pueblo “estrenó” sus representantes con toda la esperanza de ver un cambio positivo, y terminó por darle un buen cabezazo a la pared. Todos sólo hicieron la suya. Y con eso fueron desgastando nuestras ganas de ver algún día el cambio tan esperado. Pero personalmente esta vez voy a mirar para los dos lados y voy a cruzarme al otro lado. Porque no me parece justo tirarle en contra a un proyecto –que dicho sea de paso, ya lleva siete años y pico y no me desanima, al contrario- solamente por lo que “vamos a poder comprobar” cuando ellos ya no estén. O sea, los anteriores gozaron su oportunidad hasta para irse cuando lo decidieron, y cuando ya no estaban ahí mostraron su hilacha. ¿Por qué a estos no les queremos dar esa oportunidad? Y cuestiono esto porque me parece lo más lógico. De esta forma corremos un riesgo aun peor, que es el de, cuando ya no estén, el decir: “Che, esos no estaban haciendo mal las cosas. Eran lo mejor que tuvimos y no les dimos la oportunidad que sí le dimos a los anteriores, que nos hundieron una y mil veces”.
Ese es un simple análisis que hago. Es un análisis que lo hago sólo, que no leí en ningún diario, que no escuché en ninguna radio, que no dijo ningún personaje mediático. Es una práctica que está muy buena para hacer, en épocas donde muchos sólo están programados para repetir lo que cotiza en el mercado informativo.
lunes, abril 04, 2011
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1 comentario:
Juan Pablo, sí, el mail es .com.ar, segurísimo. Si querés hacer una parte de Cuentos Colectivos, espero tu quiero seguir! Saludetes y te agrego a mi lista. MariS, Cuentos Colectivos.
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