Regresaba sólo a casa, el domingo a la tarde. Todavía el sol algo iluminaba, pero la temperatura hacía un buen rato que venía bajando. Parado frente a la puerta, detecté algo escondido en el jardín. Ahí, en el rinconcito, abajo del árbol. Enroscado en su propio cuerpo estaba él; un pequeño perro salchicha, que ya se había acomodado como para soportar el frío de otra cruda noche de invierno. Me acerqué despacito, como para no asustarlo. Levantó la cabeza, me miró, y haciendo un gran esfuerzo, abandonó el poco calorcito que tanto le había costado juntar. Lo quise tocar, pero retrocedió desconfiado. Ahí pude recordar un aviso que alguien había puesto en Facebook la semana anterior. Particularmente le presté atención porque hablaba de un perro perdido en la zona de mi barrio; era un perro salchicha. Intentando retener al animalito arisco, entré a casa y empecé a buscar el aviso, con la puerta entreabierta para evitar que se fuera. Busqué, busqué, busqué, hasta que dí con él. Llamé al número que figuraba publicado, y en donde una señora me diría que en cinco minutos estaría por mi casa. Así que salí y me senté en el jardín, cerca del perrito que ya se había vuelto a acomodar en el rinconcito. Tal como lo prometió, a los cinco minutos llegaba una señora con su marido, para enterarse de que no se trataba de su perrita perdida. Tristes, agradecieron y se fueron. Y ahí me quedé, mirando al salchicha, que parecía haberse dormido.
Un poco más tarde fui a buscar a mi esposa a la casa de su mamá. Regresando a casa de mis padres, le relaté la historia del perro. Ella se preocupó como le preocupan esos temas, ya que siente un gran afecto por los animales, principalmente por los perros. Fuimos a casa de mis padres donde nos invitaron a cenar. Los minutos pasaron sin que nos demos cuenta, y para cuando salimos, eran cerca de las 23.30 horas. Ella quería llegar para ver si el perro aun estaba ahí, rogando que se hubiera vuelto a una posible casa. Yo deseaba lo mismo. Lamentablemente, seguía en el mismo lugar donde lo había dejado, pero hecho una bolita aun más chica, como para no dejar escapar un solo poquito de temperatura. Entonces empezamos a ver qué podíamos hacer por él. Primero le acerqué unas galletas y un poco de agua. Después, y con una caja de cartón, traté de improvisar un techito, para que el frío no le cayera de lleno en el cuerpo. Ahí afuera, mientras acomodaba su “cucha”, empecé a no sentir los dedos por la baja temperatura. Con mi esposa nos miramos y no tardamos en decidir que lo invitaríamos a pasar la noche adentro. Recogí la caja, busqué unos trapos viejos, y le armamos un lugarcito para dormir en el comedor, en un rinconcito. Lo engañamos con unas galletas para que entre, y ni bien cerramos la puerta, se acomodó sobre los trapos como para descansar. Le agregamos agua, le convidamos unas sobras de comida –que devoró rápidamente- y ahí se quedó mirándonos. Le sacamos un par de fotos que subimos a la red, para ver si aparecía un dueño. Él nos miraba con cara de enfermo, respirando mal. Su expresión era de profunda tristeza. Finalmente nos fuimos a dormir, charlando sobre Salchín (nombre improvisado solamente para no decirle “che”) y sobre qué haríamos si no aparecía el dueño.
El lunes comenzó muy temprano, como todos los días, y ahí estaba cuando me levanté; echado en el mismo lugar. Me miró un rato y siguió durmiendo. Desayuné y me fui a trabajar. Más tarde, en el trabajo, Leticia me contaba por chat que cuando el sol empezaba a asomar, pidió salir afuera. Hizo pis y volvió adentro. Más tarde ella le compraría un poco de comida balanceada que el huésped devoraría, mezclada con un poco de leche. Parece que el animalito había dormido bien, y una vez alimentado, el ánimo se iba a apoderar de su cuerpo; movía la cola, paseaba por la casa... “Es otro perro” me decía mi esposa. Cuando la mañana ofrecía una temperatura más agradable para salir, se paró detrás de la puerta. Ella le abrió y el tipo salió caminando re canchero. Cruzó la calle, como el más experimentado de los callejeros, y caminó como con rumbo fijo y conocido. Dobló la esquina y desapareció.
¿Pobre cachorro perdido en invierno o tremendo actor buscando refugio y alimento?
Sinceramente, creo que nos metió el perro.
martes, julio 05, 2011
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1 comentario:
jajjaa lo importante es la intención... y como dice un conocido libro religioso: "cosecharás tu siembra". Beso!
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