domingo, junio 10, 2012

La última discusión

Noche 1. Se despertó sobresaltada, con la respiración agitada. Eran las dos de la madrugada y un sueño la había hecho despertar. No lo recordaba. Sólo sabía que no se trataba de nada feliz. Intentó cerrar los ojos a medida de que sus palpitaciones retomaban un ritmo normal, pero no pudo. Sabía que algo malo pasaría; esto ya le había pasado tiempo atrás. Un sueño que devino en una experiencia que se negó a recordar en detalle. Encendió la luz y caminó a la cocina. En el silencio de la noche se sirvió un vaso de agua, mientras intentaba recordar. Ahí tuvo el primer flash. Se visualizó con las manos y pies atados a su cama. Con una media en la boca que le impedía gritar. Desesperación. Frunció el ceño, intentando relacionar la imagen con algo. Pensó en violencia, en cine, en imágenes fuertes que justificaran la pesadilla. Forzó sus recuerdos y trajo una discusión. Una fuerte discusión con él. Pensó en el dolor. En lo que le costaba cada grito, cada paso atrás frente a la amenaza que devenía cuando eso pasaba. Caminó hacia la habitación y lo vio dormir. Se limpió una lágrima que intentaba correr por la mejilla. Se metió en la cama y se durmió. Noche 2. Él se despertó y la vio. Ella estaba sentada al oscuro, despierta, sobre la almohada, abrazando un almohadón. Con la mirada perdida y la mente en algo poco feliz. Con expresión de preocupación. Le preguntó qué le pasaba. Ella contestó que nada, mientras recordaba con claridad lo que parecía ser un sueño recurrente. Atada a la cama, sin poder gritar. Él se acercaba con una navaja y la cortaba desde el cuello a la cintura, mientras sonreía. La sangre comenzaba a brotar de la herida. Allí se debilitaba y dejaba de retorcerse. Él le quitaba la media, que usaba para secarle la transpiración de su frente. Ella lo miraba, con los ojos desencajados e inyectados en sangre. “¿Por qué?” preguntaba ella. “Porque te amo”, le respondía. Con sus últimas energías ella alcanzaba a decir “yo también te amo”. “Dormite, ¿querés?, que mañana tengo que trabajar”, indicó él, sin interés en saber qué le pasaba. Ella se acomodó en la cama y se durmió, pensando en los detalles. Llorando por el dolor que sentía, que no podía compartir con él. Noche 3. Un ruido la despierta en medio de la noche. Alguien camina por la casa. Busca con el brazo y él no está a su lado. Enciende la luz y encuentra cuerdas sobre la alfombra. Lo llama, pero él no contesta. Grita su nombre, algo desesperada. Busca con la vista, con miedo. No se anima a levantarse. Una navaja descansa sobre la mesa de luz. Se desespera y grita. El grito la despierta, sobresaltada. Estaba siendo presa de una pesadilla real. Un sueño dentro de un sueño. Busca con su brazo. Él no está. Enciende la luz y lo ve. Él la mira, sentado en una silla, mientras fuma. “¿Qué te pasa?”. “¿Qué te pasa a vos”, le contesta. Sale rápidamente de la cama y va a la cocina por un vaso de agua. Piensa estar enloqueciendo. Llora. Vuelve, decidida a hablar con él sobre lo que está pasando. Lo encuentra dormido. Se acuesta a su lado y se duerme. Noche 4. Él se queda escribiendo unas notas en el comedor. Ella se va a dormir sola. Todas las imágenes de sus pesadillas de las últimas noches se hacen presentes en su cabeza. Cada una acelera aún más los latidos de su corazón. Trata de dormirse, pero la idea de tener otro sueño le aterra. En un momento el sueño se confunde con la realidad. Lo ve volviendo a la cama con un cuchillo. Abre los ojos y se da cuenta que eso no fue real, ¿o sí? Se levanta, camina a la cocina. Esconde una cuchilla en su camisón y vuelve a la habitación. La esconde debajo de su almohada. Posa su cabeza y respira hondo. Algo la despierta, y presa de la desesperación descarga fuertes puñaladas en todas direcciones. Enciende la luz y él no está. Su lado de la cama está manchado con sangre. Se desespera, grita, lo llama. Llora. Llora desesperada. Se despierta. Está sentada en la silla, frente a su cama. Él está muerto, boca abajo, con varias puñaladas en su espalda, de su lado de la cama. Ella está quieta, al oscuro, con la mirada perdida y la cuchilla en su mano derecha. Esa tarde habían discutido. Esa tarde habían tenido su última discusión.

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